domingo, 4 de octubre de 2009

Bitácora de mi pobreza... y mi silencio


Hicimos un juego muy interesante durante la clase, básicamente se trataba de hacer negocios con fichas de colores y ganar puntos por ello.

Al principio el juego fue algo inocente, muy simple e incluso un poco aburrido, ganaba el que hacía más intercambios y reunía más fichas de colores valiosos, de acuerdo al resultado obtenido en la ronda, se formaban grupos: cuadrados, círculos y triángulos, categorías dadas de mayor a menor.

Yo inicialmente era un círculo, de clase media, pero después de la primera ronda fui ascendida a la prestigiosa posición de cuadrado, sin embargo, mi segunda ronda, pese a los privilegios iniciales dados a mi clasificación, no logré hacer muchos puntos y fui degradada a triángulo.

En la tercera ronda las cosas se pusieron muy interesantes. A los cuadrados se les dio el poder para derogar las reglas y crear nuevas, así, el grupo que había quedado como cuadrado derogó todas las reglas dadas por el profesor e instituyó sólo dos: la primera, con una intención inicial de hacer el juego más justo, consistía en hacer que todas las fichas valiesen lo mismo independientemente de su color, así, el puntaje obtenido dependería sólo de la habilidad individual para hacer intercambios; lamentablemente, la primera regla se vio opacada por la segunda, en la que limitaban la posibilidad de hacer intercambios entre grupos y se establecía que sólo se podían negociar con el grupo de los cuadrados, ahí inició el verdadero juego de poder, en donde el resto del grupo debimos someternos a la decisión de uno solo.

Aquí es importante contar cómo fue que los cuadrados llegaron a ser cuadrados. De forma legal, dado que no estaba prohibido en niguna regla, determinados jugadores comenzaron a hacer intercambios ficticios (sorprendentemente en un caso llegaron hasta un millón) y acumularon puntos por ello. Yo no estoy de acuerdo con que se haya hecho eso ya que me parece una clara violación a las reglas del juego justo, sin embargo, se hizo.

Volviendo al relato sobre la tercera ronda, las chicas que quedamos rezagadas como triángulos cuando escuchamos las nuevas reglas nos indignamos muchísimo y en un deseo por no enriquecer más a los que ya tenían mucho, decidimos no participar en la tercera ronda, y como dijo Arantxa "perdimos, pero con dignidad". Algunos argumentaron que nuestra posición de no jugar fue movida por el berrinche, sin embargo, yo defiendo lo que hicimos porque creo que hacernos conscientes de la injusticia fue un gran logro y evitar participar en un juego que no nos parecía equitativo fue una forma de hacer una resistencia civil pacífica. Sin embargo, creo y se demostró con los resultados obtenidos, que nuestra resistencia no sirvió de gran cosa.

Por eso fue que titulé esta entrada como bitácora de mi pobreza y mi silencio, porque a pesar de que nuestra idea inicial fue buena, al decidir no participar en el juego también decidimos conformarnos con nuestra situación y no fuimos capaces de levantar la voz y exigir nuestros derechos. Ese fue un gran error que nos costó nuestra muerte en el juego (representada por un lindo 0.00042 en la calificación), porque pese a que no era necesaria una revolución como medida extrema, una buena negociación con los cuadrados o una plática con el grupo de los círculos hubiese dado mejores resultados que lo que logramos con nuestro silencio.

El aprendizaje que tuve durante esta dinámica fue impresionante, primero porque me di cuenta de que instintivamente repetimos los sistemas del mundo: con ricos poderosos con hambre de más, con clases medias preocupadas sólo por ser ricos y clases bajas tímidas y silenciosas, que sólo piden a sus opresores lo mínimo para sobrevivir y que incluso si no se los dan, mueren en un grito callado de la desesperanza y la conformación.

En segundo lugar, me sorprendí a mí misma permitiendo que se cometiera una injusticia contra mi grupo, me sorprendí callada y sentada esperando a que el juego terminara para pedir que no hubiese clases, que se derogaran privilegios, pero sin atreverme a exigir a aquellos que los tenían que los compartieran.

Finalmente, me sorprendió saber que este juego ha sido repetido en muchas ocasiones con grupos pertenecientes a todas clases sociales, culturas, edades, países e ideologías diferentes, y que ha dado resultados similares, y ahora entiendo porque las cosas están así en el mundo y espero que por lo menos conmigo, a partir de ahora algo sea diferente.

1 comentario:

  1. Creo que lo bueno es aprender de nuestros errores y superar las adversidades, todo nos ha dejado una reflexión y un aprendizaje a lo largo del curso en especial considero yo esta actividad, la verdad te soy sincero, en el juego si me impacto su actitud al decidir no jugar pero como dices el no hacer nada y resignarse es lo que muchas veces hace que nos traguemos nuestra frustración, pero como te digo hay que aprender de nuestros errores y fracasos creo yo, para no volver a cometerlos, en general me agrado mucho tu aportación y creo que al igual que yo tu también te llevaste mucho de esta actividad.

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